Varios factores permiten prever que el sistema político enfrentará problemas serios en el corto plazo. El alud de listas que se avista para el próximo proceso electoral y el pobre nivel del debate político actual, centrado en la anécdota, los individualismos y los ataques personales, anuncian un acelerado desgaste de la ya jaqueada institucionalidad. La señal que la población recibe día a día es que los políticos se confrontan entre sí no por cuestiones de principio sino por ambiciones personales de poder.
La valla electoral es un recurso válido para moderar la fragmentación, pero no resuelve el problema de la dispersión y la debilidad de las propuestas y discusiones programáticas. Es indispensable que se impulse convergencias políticas que se proyecten más allá de efímeras alianzas electorales construyendo frentes programáticos preelectorales. Por encima de los liderazgos y las conveniencias políticas inmediatas está el destino histórico del Perú, que solo puede volverse sustancioso positivamente con la conjunción de voluntades para enfrentar de manera sostenida y perseverante los dramas nacionales.
Para construir el país se requiere de políticas públicas sostenidas en el tiempo y sobre la base de una agenda común construida entre las principales fuerzas. En las actuales condiciones es imposible que los ciudadanos tengan claro qué es lo que cada partido propone en el cuadro de un sistema político poco legitimado al que se añadirán –“sobre llovido, mojado”– decenas de candidatos presidencia les y miles de candidatos al Congreso.
Hay urgencia en generar las adecuadas convergencias electorales que permitan contar con un gobierno consistente y coherente a partir del 28 de julio de 2006. La agenda básica ya está contenida en las 31 políticas de Estado del Acuerdo Nacional. Dentro de ella se podría incidir en cinco temas fundamentales: educación y el mejoramiento de su calidad; salud pública; seguridad ciudadana; desarrollo de la infraestructura; promoción de la inversión y empleo. ¿Cómo hacerlo? Lo ideal sería que se produjeran las convergencias en torno a bloques de centro, derecha e izquierda.
En esa perspectiva, resulta fundamental, a mi juicio, generar las condiciones para los acuerdos preelectorales de gobernabilidad que van mucho más allá de los frentes electorales que se deshacen más rápidamente de lo que tomó constituirlos. Se debe articular las condiciones para opciones de gobierno sostenibles con énfasis en una opción de centro. Que logre la compatibilización conceptual y programática entre la economía de mercado, el orden público y la promoción de la inversión privada, por un lado, con el impulso de políticas sociales efectivas que superen esquemas asistencialistas; los de antes y los de ahora.
El proceso electoral como el que se avecina debe servir de marco para consolidar la democracia, el desarrollo y la justicia y no para abrir escenarios de polarización e ingobernabilidad que afectarán la débil democracia y alejarán nuestras posibilidades de desarrollo y justicia social. L o deseable sería que la actual conducción gubernamental en lo que resta de su período apunte también hacia eso y no hacia la confrontación y la batalla electoral.
Las convergencias programáticas en nuestro país pueden –y tienen– que producirse. Esa es la clave para hacer frente a la peligrosísima dispersión que hoy nos amenaza. La concertación en Chile viene operando ya por tres lustros superando diferencias ideológicas e históricas muy agudas entre el Partido Socialista y la Democracia Cristiana. Lo que en el pasado nacional hubiera sido imposible hoy se abre como la urgencia de generar un centro político equilibrado y equilibrante. Y, sobre todo, las conjunciones que permitan mirar la política como instrumento para atender las necesidades de justicia y bienestar de la sociedad y no los apetitos de poder de individuos.
Diego García-Sayán
Ex canciller de la República
Fuente: El Peruano
Fecha: Sábado 13 de Agosto de 2005